Sillas vacías

Mon

22 de diciembre de 2021

Llega la Navidad y la “presencia de la ausencia” se hace más visible.

Todas las familias echaremos de menos a alguien. Quizá falte el abuelito o la abuelita, o tal vez sea el papá o la mamá el que se haya ido para no volver. A veces se adelanta nuestra pareja y nos quedamos solas. La vida te da y te quita, es el propio ciclo de esta. Podrá doler más o menos pero son duelos más fáciles de elaborar ya que entendemos que siguen el orden establecido de la vida. Y nos quedamos huérfanos, huérfanas y también viudos, viudas…

Cuando la pérdida no sigue este orden y nuestros hijos o hijas nos preceden, algo se rompe en lo más profundo de nuestras entrañas: se ha roto el orden natural y no estamos preparados para afrontarlo. Este es el peor duelo de elaborar, ni siquiera tiene nombre…

Todo duelo es un proceso interno. En cada persona será diferente y cada experiencia única. Por ello, cómo lo siente la persona que lo experimenta, no lo sabemos.

Lo que sabemos es que el duelo es la adaptación emocional. Un proceso psicológico que transitamos tras la pérdida de un ser querido (o cualquier otra pérdida importante).

Elisabeth Kübler-Ross describió cinco etapas que atravesamos, en mayor o menor grado, en este proceso que no es lineal ni rígido.

Fases del duelo

  1. La negación. Ocurre inmediatamente, está asociada a un estado de shock o colapso emocional. A veces no es la negación de la pérdida sino su carácter definitivo.
  2. La ira. La frustración y la impotencia por no poder cambiar las consecuencias de la pérdida nos llena de rabia y dolor y buscamos a quién culpar. Tal vez culpemos a otro o a nosotros mismos, a veces culpamos a la propia vida o a Dios si somos religiosos. Esta etapa puede durar años, incluso puedes quedarte atrapado en ella, ya que el sufrimiento te hace sentirte poderoso.
  3. La negociación. Deseamos que nada cambie y creemos que podemos influir de alguna manera. Pero cuando perdemos a un ser querido la propia impotencia y falta de control de la situación, nos empuja hacia dos caminos: uno es el miedo y otro la tristeza.
  4. Depresión. Es una etapa de tristeza y desesperanza en la cual buscas la soledad y el aislamiento, donde la vida deja de tener sentido (al menos de momento). Esta fase de fragilidad es la etapa del duelo donde se empieza a asumir la realidad de la pérdida.
  5. Aceptación. Una vez transitado “el camino de las lágrimas” que decía Bucay, llega el estado de calma. La comprensión de que la vida y la muerte siempre van unidas. La aceptación de la realidad y con ello el interés, las ganas de aprender a vivir de otra manera, la motivación para Renacer, para Reinventarte.

La vida cambia cuando alguien fallece, no cabe duda, pero también continúa. Vendrán muchas fechas señalas y, afrontar que esa persona no va a estar, es necesario para elaborar un duelo saludable.

Cómo afrontar el duelo en estas fechas no va a ser fácil…

Quizá rodearnos de la gente que nos quiere y que queremos e intentar adaptarnos a la nueva situación, nos pueda ayudar. Pero es necesario respetar nuestros propios procesos internos, no juzgar nuestro mundo emocional. Las emociones se pueden vivir de forma diferencial pero también las podemos echar en un mismo saco y reír y llorar. Y todo estará bien.

No hay formas correctas o incorrectas.

Quizá, darte permiso para hablar de la persona que falta, afrontarlo entre toda la familia y sentirte libre de hablar desde el cariño y la nostalgia.

Quizá, realizar un acto simbólico, un homenaje a ese ser querido que ha dejado su silla vacía e intentar comportarnos como a él o a ella le hubiese gustado hacer.

Quizá… sólo quizá…, eso nos haga sentirnos un poquito mejor.

Y si no te apetece celebrar la navidad, desde la libertad de escuchar a tu corazón, sin juicios ni condenas, sin ceder a las presiones sociales o a veces familiares, ve hacia dentro y date permiso para sentir lo que sea que estés sintiendo. Es tu proceso, es tu derecho.

Respetemos la manera de enfrentarnos a nuestras sillas vacías. 

Y si te apetece alzar tu copa y brindar “en presencia de la ausencia”, ¿por qué no? Yo alzaré la mía y brindaré por ella, por todo lo que ha sido, es y será en mi vida.

Y mi manera de honrarla será recordándola siempre y siendo la persona que fui a su lado, la que ella conoció y a la que quiso. Seguiré contagiándome de su alegría al rememorar alguna anécdota suya. Y aunque añoraré sus mimos y carantoñas, y a veces rodará alguna lágrima por mi mejilla porque la emoción será tan grande que no podré contenerla, seguiré manteniéndola viva, celebrando, en su memoria, los momentos en familia (como a ella le gustaba hacer) que como siempre decía: ¡son los mejores!  

Y le doy gracias a la vida por su generosidad. Porque hay algo peor que perderla (en este plano) y es no haberla conocido. Porque lo nuestro fue un flechazo, sus inmensos ojos negros me buscaron, nos miramos… y nos quisimos para siempre.

Por ti, mi pequeña Noe: Feliz Navidad…

En su memoria: «Polvo de estrellas»

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