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16 de enero de 2023

Estamos condicionados para ver el mundo desde el punto de vista de lo que nos satisface. Y cuando las cosas no suceden como queremos tratamos de encontrar algo o a alguien a quien culpar.

En esa búsqueda constantemente nos instalamos, de alguna manera,  en el “atractivo” juego de la víctima. Y digo, atractivo, porque a veces, es más fácil culpar a otros que asumir la realidad, enfrentarte a ella y tener que hacer algo.

Para dejar de ser víctima tienes que ubicarte en una posición de total responsabilidad, por ti y por tu relación con los demás. Eso incluye ser responsable de tus pensamientos, sentimientos y acciones.

A veces tratamos de controlar. Controlar es una forma de jugar el Juego de la Vida, el juego más pequeño, tratando de hacer funcionar la vida. Pero la vida, como decía Jhon Roger, ya funciona. Culpar a algo externo a nosotros es un intento poco afortunado de tratar de recuperar la sensación de control.

La verdad es que nunca tuvimos el control. Nunca tuvimos ningún control que perder. No tenemos control sobre nada que esté fuera de nosotros. La vida siempre sucede de acuerdo con sus propias reglas, no las nuestras.

Lo que sí podemos controlar es lo que está dentro de nosotros.

No podemos hacer que alguien cambie su forma de pensar pero nosotros sí podemos cambiar la nuestra en un instante. No podemos hacer que alguien nos ame pero sí podemos elegir amar todo el tiempo.

En lugar de tratar de controlar las cosas que están afuera de nosotros, podemos enfocarnos en el juego más importante: el Juego del Amor.

Podemos vivir sin culpar a otros. Podemos permitirles que expresen su individualidad. No necesitamos insistir en que cambien. Insistir en que otros cambien es una forma de pelear.

En verdad, todas nuestras relaciones residen dentro de nosotros. Las relaciones no están “ahí afuera”, son un reflejo de lo que está sucediendo en nuestro interior. Las exigencias que proyectamos sobre otros son, a menudo, exigencias que nos estamos haciendo a nosotros y a nosotras mismas.

No es por casualidad que la mayoría estemos tensos: llevamos encima el peso de nuestras propias expectativas proyectadas sobre otros.

Para evitar jugar a ser víctima y culpar a otros, necesitamos mantener nuestras relaciones al día y presentes. Eso significa que necesitamos estar seguros de que no basamos nuestro comportamiento en lo que pasó anoche, la semana pasada, el mes pasado o hace veinte años.

Cuando lo liberas. en tu fuero interno puedes estar presente, aquí y ahora, con la relación sobre la que sí tienes control: la relación contigo mismo.

 

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