Inteligencia emocional

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Los seres humanos tenemos una mente racional y una mente emocional. Esto es debido gracias a la evolución y al Neocórtex. Nuestros ancestros sólo poseían, en orden evolutivo, un cerebro reptiliano encargado de la supervivencia, y un sistema límbico encargado de las emociones.

Las emociones son un legado que nos han dejado nuestros antepasados a través de miles de años de evolución. Es por ello que hay tanta relación entre lo que pensamos y lo que sentimos.

Cuando nuestras emociones nos atrapan y reaccionamos en lugar de responder, es debido al secuestro neuronal; el cerebro emocional o sistema límbico, se siente en peligro y toma el control. La amígdala es la encargada de examinar el entorno y determinar si estamos o no, en peligro. Si al procesar la información se siente amenazada, inmediatamente nuestro sistema nervioso da la señal de alarma en nuestro organismo, deteniendo las funciones que no son necesarias en ese momento y ejecutando aquellas que son esenciales para defenderse de la amenaza. El neocortex pasa a un segundo plano. El cerebro pensante no es necesario en este momento, nos volvemos más instintivos y luchamos por nuestra supervivencia (física o emocional). 

Estos secuestros emocionales los sufrían a diario nuestros antepasados cuando eran perseguidos, día sí y día también,  por algún animal o enemigo. Sólo cabían dos opciones: huir o atacar. Era de vital importancia sobrevivir; gracias a este sistema lo hicieron.

En la actualidad estas reacciones no son necesarias ya que no existen esos peligros y los resultados que producen, no son los deseados.

Nuestra mente emocional nos prepara para dar respuestas que antes eran vitales pero que ahora no nos sirven. Cuando tenemos una fuerte discusión con otra persona, nuestra atención se focaliza en dar una respuesta emocional (enfado, rabia, ira) impidiendo la respuesta racional. Es por ello que más tarde nos arrepentimos de lo que dijimos o hicimos.

Quizás ahora sí veamos lo importante que es aprender a identificar todas las sensaciones que sentimos. Cuando las cosas no son como nos gustaría, ponerle nombre a la emoción que se experimenta es importante para se inicie el proceso de racionalización y evitemos así, la respuesta automática.

Un paseo por el tiempo…

Fueron los primeros filósofos griegos los que pusieron en el centro de sus reflexiones “el mundo emocional”. Los intentos por conceptuar la “emoción” y así hallar un hilo conductor capaz de esclarecer y solucionar los problemas del comportamiento humano que desde siempre ha acompañado al hombre, ha sufrido a lo largo de la historia, diferentes enfoques teóricos. Lo que no ha cambiado ha sido siempre su finalidad: explicar la esencia de la existencia humana. Las pasiones (emociones) se han considerado lazos que unen al hombre con lo que está fuera de él.

No cabe duda de que la filosofía es la base de la Inteligencia Emocional.

Hoy ya podemos decir, sin riesgo a equivocarnos, que de nada sirve una mente brillante y un elevado cociente intelectual si no sabemos gestionar nuestro mundo emocional.

Tras el enfoque de las inteligencias múltiples de Howard  Gardner llegó Daniel Goleman y dijo que “la clave para alcanzar un alto cociente intelectual colectivo es la armonía social”.

En la historia de la psicología siempre ha estado presente esta idea.

Edward L. Thorndike, en el año 1920, nos habló de la “Inteligencia  Social”. Años más tarde, Wayne Payne, en 1985, menciona por primera vez en su tesis doctoral el concepto “Inteligencia Emocional”. Pero no es hasta 1995 que Daniel Goleman populariza este concepto y nos descubre el gran poder que las emociones tienen en nuestra vida, cómo determinan la relación que tenemos con nosotros mismos y con los demás.

Como decía…

La filosofía es la base de la inteligencia emocional

Sócrates. Año 470 a. C., sabía lo importante que era el Autoconocimiento: “Conócete a ti mismo”.

Aristóteles. Año 384 a. C., reflexionaba sobre la importancia de las habilidades sociales: “Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”.

Epicteto. Año 50 d.C., conocía lo necesaria que es la Autorregulación: “Lo que nos decimos es muy importante. No son las cosas que nos pasan las que nos hacen sufrir, sino lo que nosotros nos decimos sobre esas cosas”.

Spinoza. Año 1632, supo ver lo necesaria que era la empatía: “Y de todas las ideas, que cada uno tiene, hacemos un todo o, lo que es lo mismo, un ente de razón, al que llamamos entendimiento”.

Él creía en el enorme potencial que hay en nuestro interior a la espera de ser desarrollado, es decir: Automotivación.

La inteligencia emocional

 

La Inteligencia Emocional es la capacidad para tratar con afecto a nosotros/as mismos/as y a los demás. Desarrollándola seremos capaces de reconocer y de gestionar nuestras emociones: frenar impulsos, vencer frustraciones, motivarnos, etc. Para ello debemos ser capaces de reconocer su impacto en todo lo que nos rodea y entender que nuestro comportamiento y nuestras decisiones están impregnadas, mayoritariamente, por nuestras emociones. Identificarlas y controlar nuestros impulsos es fundamental para tener relaciones más satisfactorias.

La Inteligencia Emocional va más allá de los aspectos cognitivos.

Daniel Goleman afirma que nuestras capacidades racionales no son lo más importante en nuestro desarrollo personal. Dentro de su enfoque de la Inteligencia Emocional, define las siguientes dimensiones que la vertebran:

  • Autoconocimiento. Habilidad para conocer qué sentimos y sus consecuencias. Saber cómo afecta nuestro estado anímico a nuestro comportamiento, nos ayudará a no tomar decisiones bajo la influencia de las emociones y a esperar hasta que nos encontremos en un estado mental más tranquilo y relajado, ya que es la manera en que podremos valorar la situación y tomar decisiones más racionales.
  • Autorregulación. Habilidad para controlar qué sentimos y no dejarnos llevar. Es saber gestionar nuestro foco de atención para que no se vuelva contra nosotros/as. Esta habilidad está muy ligada al lenguaje, ya que el diálogo que mantenemos con nosotros/as mismos/as nos va a permitir ser más objetivos y no ceder a los impulsos de lo inmediato (emoción).
  • Automotivación. Habilidad para manejar las emociones y fijar nuestra atención en las metas, no en los obstáculos. Para ello necesitamos desarrollar una visión positiva y activa.
  • Empatía. Habilidad para percibir qué sienten las demás personas. Las relaciones interpersonales están basadas en la interpretación que hacemos de las señales que de forma inconsciente emitimos, ya sea de forma verbal o corporal. Reconocer el mundo emocional de la persona que tenemos enfrente, es reconocer nuestro propio mundo interior. Y gracias a esta habilidad podremos establecer relaciones más exitosas.
  • Habilidades Sociales. Capacidad para conocer los sentimientos de otras personas y poder hacer algo para transformarlos. Es decir, no sólo es importante saber comunicarse con las personas más cercanas o que nos caen bien, sino también con aquellas que no nos gustan tanto o que nos resulta más difícil establecer un diálogo.

La inteligencia emocional se puede aprender gracias a la plasticidad cerebral, donde los estímulos y el aprendizaje continuos, crean cambios, construyen nuevas conexiones y nuevas áreas donde potenciar estas competencias. Es fundamental para alcanzar la excelencia en cualquier faceta de nuestra vida.

Tipos de emociones

  • Primarias: Forman parte de nuestro código genético y están presentes en todos los seres humanos, sin importar su lugar de nacimiento ni su cultura. Empiezan a expresarse desde que el bebé está en el útero materno.
  • Secundarias: Se forman cuando se mezclan dos emociones. Son sociales, se aprenden a lo largo de la vida con la interacción con otras personas. La forma de expresar este tipo de emociones puede variar en las diferentes sociedades.

Desarrollar nuestra inteligencia emocional nos hará más libres.

¿Por qué?

Porque nos dará la oportunidad de entender un determinado comportamiento en el otro y así dejar de reaccionar y empezar a responder, a tomar decisiones desde la libertad, no desde el secuestro.

Enseñar a nuestros niños y niñas educación emocional es enseñarles habilidades para la vida. La educación emocional sigue siendo en nuestros días, un reto educativo.

Daniel Goleman te cuenta un poco más sobre la inteligencia emocional en las escuelas. Pincha en el enlace

 

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