En campos de oro danza el viento,
con hilos de sol entre espiga de aliento.
Va la mujer, como un sueño al andar,
con vestido de nube y mirar de cristal.
Sus cabellos ondean como río sin fin,
besando la tarde, rozando el jardín.
La flor que sostiene, tan suave en su piel,
parece un suspiro bordado en papel.
El sol se desliza, dorado y callado,
bendiciones al trigo que aguanta a su lado.
Y ella, tan libre, tan hecha de luz,
parece una estrella que bajó de su cruz.
No hay prisa en su paso, no hay sombre ni pena,
solo el canto del campo y la brisa serena.
Es paz hecha forma, es tiempo sin prisa,
es alma que vuela… vestida de brisa…
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