En algunos de estos espacios se atienden a adultos que por sus dificultades así lo requieren (personas con diversidad funcional intelectual o problemas de salud mental), también se acogen a menores desprotegidos que han sufrido negligencia, violencia, maltrato y abandono.
El educador y la educadora social se convierten en una especie de mentores o referentes; se convierten en una figura esencial, que sostiene y acompaña a la persona en su proceso de crecimiento.
Su actuación servirá de modelo a la vez que de escudo ante los propios temores o miedos de la persona tutelada. Su intervención tiene que estar en continua revisión. La principal función del educador/a social es el acompañamiento diario para el desarrollo integral de la persona, en un ambiente educativo que ampare su integración social y el cumplimiento de sus derechos y deberes como ciudadano/a.
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Desde la Revista de Educación Social, Verónica Jimeno, pretende reflexionar sobre la importancia y la necesidad de reforzar la figura del educador/a social dentro de los Hogares Tutelados como Tutor/a de Apego.
“El acogimiento residencial es una medida de protección de menores que ha estado presente en la asistencia a niños abandonados y desprotegidos durante muchos siglos. La victimización infantil y adolescente es un problema que afecta a toda la sociedad, supone un impacto negativo devastador en los niños, no solo durante su infancia, sino para el resto de sus vidas”.
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