La rutina

Mon

23 de noviembre de 2020

Por si en este momento no te apetece leer…

“Déjame que te cuente, que hubo una vez…”

En la historia del mundo, un día terrible en el que el odio, que es el rey de los malos sentimientos, los defectos y los vicios, convocó a una reunión urgente de todos ellos.

Todos los sentimientos negros del mundo y los deseos más perversos del corazón humano llegaron a esta reunión con curiosidad de saber cuál era el propósito. Cuando estuvieron todos, habló el odio y dijo:

-Damas, caballeros, los he reunido aquí porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien.

Los asistentes no se extrañaron mucho pues era el odio el que estaba hablando y el siempre quiere matar a alguien… Sin embargo, todos se preguntaban entre sí, quién sería tan difícil de matar, como para que el odio los necesitara a todos.

-Quiero que maten al Amor- dijo. Muchos sonrieron malévolamente, pues más de uno le tenía ganas.

El primer voluntario fue el Mal Carácter, quien dijo:

-Yo iré, y les aseguro que en un año, el Amor habrá muerto… Provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará. Al cabo de un año se reunieron otra vez y al escuchar el informe del Mal Carácter, quedaron muy decepcionados.

-Lo siento – dijo. Lo intenté todo, pero cada vez que yo sembraba una Discordia, el Amor la superaba y salía adelante.

Fue entonces cuando, muy diligente, se ofreció la Ambición, quien haciendo alarde de su poder, dijo:

-En vista de que el Mal Carácter fracasó, iré yo. Desviaré la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y por el poder. Eso nunca falla. Y empezó la Ambición el ataque hacia su víctima quien, efectivamente, cayó herida. Pero después de luchar por salir adelante, renunciar a todo deseo desbordado de poder, triunfó de nuevo.

Furioso el odio por el fracaso de la Ambición, envió a los Celos, quienes burlones y perversos, inventaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar al Amor y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas. Pero el Amor, confundido, lloró y pensó que no quería morir, y con valentía y fortaleza se impuso sobre ellos y los venció.

Año tras año el odio siguió en su lucha enviando a sus más hirientes compañeros. Envió a la Frialdad, al Egoísmo, al Reproche, la Indiferencia, la Pobreza, la Enfermedad y a muchos otros que fracasaron siempre, porque cuando el Amor se sentía desfallecer, tomaba nueva fuerza y lo superaba.

El odio, convencido de que el Amor era invencible, los reunió de nuevo y les dijo:

-Nada que hacer, el Amor ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos.

De pronto, desde un rincón del salón se levantó un sentimiento poco conocido y que vestía todo de negro y con un sombrero gigante que caía sobre su rostro y dijo:

-Yo matare al Amor, dijo con seguridad. Todos se miraron y se preguntaron quién era ese que pretendía hacer por si solo lo que juntos ninguno había podido.

 En los ojos del odio, brilló por un segundo la esperanza y dijo: está bien, ve y hazlo.

Poco tiempo pasó, cuando el siniestro caballero regresó de su aventura. El odió volvió a convocar de urgencia a todos los malos sentimientos e impaciente preguntó por el resultado de la misiva.

El hombre del rostro oculto tras el gran sombrero, con desgana, relató como poco a poco, sin cansarse demasiado y apenas prestándole atención, el AMOR HABÍA MUERTO.

Todos aplaudieron felices pero sorprendidos por el poco esfuerzo que le había costado. El sentimiento del sombrero negro habló de nuevo y dijo:

-Ahí les entrego el Amor totalmente muerto y destrozado. Y sin decir más, se marchó.

-¡Espera! -dijo el odio. Como es que en tan poco tiempo lo eliminaste por completo, ¿no hizo el menor esfuerzo por vivir? ¿¡quién eres?!

El sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro y dijo: YO, SOY LA RUTINA.

“Y colorín, colorado, los cuentos… nunca son terminados”.

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