La isla de las emociones

La isla de las emociones

Mon

20 de septiembre de 2020

Por si en este momento no te apetece leer

“Déjame que te cuente, que hubo una vez…”

… Una isla, en la cual vivían todas las emociones humanas. Vivían allí, la misericordia y el miedo; el amor y el odio. Vivía también, la sabiduría y el conocimiento, la previsión, la vanidad, la tristeza.

Un día, la sabiduría reunió a todos los habitantes de la isla y les dijo: señoras, señores, tengo una mala noticia para darles, la isla… se hunde. Esta isla va a desaparecer para siempre, y aquellos que no la abandonen, desaparecerán también del corazón del hombre.

Todos se angustiaron, preguntaron ¿pero estás segura, sabiduría? ¿No puede haber error?

La sabiduría dijo: yo nunca me equivoco.

¿Y entonces qué hacemos?

La sabiduría contestó. Bueno, ustedes deberían dedicarse a construir algún barco, algún bote, alguna balsa que los lleve hasta la isla lejana.  La previsión y yo, ya hemos construido un avión, y apenas termine de decir esto, volaremos a la otra isla.

Y así fue. Llevando como polizón al miedo, escondido en el avión, la sabiduría y la previsión, volaron de la isla.

Y todos, se dedicaron a construir alguna manera de dejar el lugar, nadie quería desaparecer para siempre.

Todos… Menos el amor. Porque el amor pensó…

¿Cómo dejar este lugar, después de tantas cosas vividas? ¿Después de tantas cosas sentidas?

Y volvió a subir a cada árbol y a oler cada flor. Y fue hasta la playa y se revolcó en la arena, como tantas veces había hecho. Y penetró en cada cueva, en cada rincón de la isla.

Y por un instante…  prefirió pensar, que quizás, la isla se hundía por un momento, pero luego resurgía y volvía a ser, la isla que él había conocido.

Como respuesta, se oyó un crujido y la isla se hundió un poco más.

Entonces, el amor se dio cuenta, que por no construir un barco, iba a desaparecer. El amor, iba a desaparecer para siempre, de la faz de la tierra.

Así que fue hasta la bahía, que era el lugar más elevado de la isla. Pensó en pedir ayuda a alguno de sus compañeros y compañeras.

Y vio venir, el barco de la riqueza: Un barco enorme y lujoso. Le llamó y le dijo: Riqueza, soy yo, el amor ¿Te acuerdas de mí? ¡Sálvame! ¡No tengo barco!

La riqueza respondió: Mmm…  yo te salvaría, pero la verdad, es que tengo el barco lleno de oro, de joyas y de dinero, y no hay espacio para ti. Y se fue.

 Y el amor, vio venir el barco de la vanidad: Un barco lleno de telas de colores, de luces…  y le gritó: ¡Vanidad! ¡Vanidad! ¡Sálvame!

La vanidad, deteniéndose un momento, le dijo: Yo te salvaría pero… ¡Mira tu aspecto! Estás sucio y lloroso…  Afearías mi barco. No, no quiero llevarte conmigo. Y se fue.

Y por fin, vio pasar un bote muy pequeñito,  era el bote de la tristeza, le llamó y le dijo: Tristeza, hermana… Sálvame…

La tristeza, le miró con los ojos entornados: Te llevaría de buen grado pero, estoy tan triste… Que prefiero estar sola. Y se fue.

El amor compungido, se sentó a llorar. No quería privar al mundo de sí mismo…  Y entonces, escuchó que alguien  chistaba: Chi! ¡Chi! ¡Chi! ¡Chi!

Giro la cabeza y vio a un viejito que le hacía señas para que se acercara. El amor se acercó y susurró:  Por favor, no hice  barco y…

El anciano le tapo la boca, y le dijo: Sube, yo te salvo. Yo te comprendo.

El amor subió al bote y, sin mediar palabra, empezaron a remar. Unos minutos después, la isla terminó de hundirse.

El amor se dio cuenta que gracias a ese viejito, se había salvado. Que él el amor iba a seguir existiendo en el universo, gracias a él.

Llegaron a la isla y de pronto, el anciano desapareció.

El amor le buscó entre la gente pero no lo encontró.

Pasado algún tiempo, cuando se cruzó con la sabiduría, le preguntó: Oye sabiduría,  cuando se hundió la isla, me salvó  un viejito al que yo ni siquiera conozco ¿Quién es?

La sabiduría, mirándole desde lo más profundo de su interior, le dijo:

Ese viejito…  Es el tiempo. Porque el tiempo es el único que puede salvar al amor, que sufre una pérdida.

Y colorín, colorado… Los cuentos, nunca son terminados…

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