Desarrollo Personal

Cuentos, relatos y otros datos

El ser humano siempre ha tenido la necesidad de transcender. Es así como creo que nacieron los cuentos.

En una época primitiva, los hombres transmitían de forma oral su pensamiento y sentimiento, es decir, su cultura. De generación en generación, los personajes de los cuentos eran los encargados. De este modo se les enseñaba las normas y los valores del bien y del mal a los más jóvenes y así conservaban las tradiciones.

Los cuentos populares de la antigüedad reflejaban el temor del hombre ante los fenómenos de la naturaleza, creían que tenían vida y poder.

Foto Cuentos

A medida que avanzó la ciencia y el conocimiento se creyó que esos cuentos eran producto de la imaginación del hombre primitivo. Aún así, el relato oral, fue durante siglos el único vehículo de transmisión; no sólo para disfrute de los mayores sino también para la distracción de los niños. No obstante, la sabiduría del pueblo, acepta como verdad el argumento de la leyenda, el mito y la fábula hechos cuentos; ya que sus personajes y acciones recogen las narraciones contadas -y quizá cantadas- por el pueblo.

Desconozco el origen del cuento. Creo que es difícil situarlo en una época y lugar. Sí se sabe que los más antiguos proceden de pueblos orientales y que desde allí se extendieron a todo el mundo; de país a país, con el mejor marketing del momento y que a fecha de hoy está vigente: «el boca a boca».

Los primeros cuentos eran de origen folclórico y estaban llenos de elementos mágicos.

En la Antigua Grecia se hicieron famosas las fábulas de Esopo cuyos relatos siguen siendo conocidos: “La cigarra y la hormiga”, “El zorro y las uvas”, etc., así como los divertidos cuentos milesios (chistes verdes) de trasfondo erótico y contados en primera persona.

Los primeros cuentos árabes se hallan impresos en rollos de papiro desde hace más de 4.000 años.

¿Sabías que los cuentos de hadas tienen su origen en Oriente? Al igual que la famosa frase del comienzo de los cuentos: “Érase una vez…” que fusiona la fantasía con la realidad, el mito con la leyenda.

¿Recuerdas a Scheherazade? Y, ¿a Simbad el Marino? O tal vez te acuerdes de Aladdin… Mil y una noches de aventuras gracias al cuentista Abu Abd-Allah Muhammad el-Gahshigar que los recogió allá por el siglo IX.

Y es en el siglo X, que los primeros cuentos de origen árabe y persa, llegan a Europa en boca de mercaderes, piratas y esclavos.

En el siglo XIV, Giovanni Boccaccio nos habló del amor y la fortuna en «Decamerón». Geoffrey Chaucer nos contó historias de peregrinos en su viaje a «Canterbury».

En el siglo XVII, Jean de la Fontaine se inspiró en las fábulas de Esopo y descubrimos el lenguaje de los animales y la sabiduría que encierra su comportamiento.

En el siglo XVIII, Charles Perrault nos enseñó la bondad con la «Bella durmiente» y a no confiar en los desconocidos en la «Caperucita Roja».

De la mano de Alejandro Dumas en el siglo XIX, conocimos el trabajo en equipo y su éxito, gracias a «Los Tres Mosqueteros,  que lucharon contra las intrigas dirigidas a la reina Ana de Austria. ¡Y cómo olvidar los relatos cortos de ficción de Edgar Allan Poe!

El siglo XX se llenó de grandes contadores de cuentos: Borges, Cortázar, Saramago, Alejandro Jodorowsky, Jorge Bucay, Paulo Coelho… Por supuesto que muchísimos más. Pero yo quiero nombrar a mis narradores preferidos, que son estos y alguno más que no pertenece a ningún siglo; son atemporales, me atrevería a decir que incluso «antes de nacer ya existían». 

Foto Cuento 4

Mis cuentos favoritos son los que mueven el corazón, los que invitan a la reflexión, los que aportan luz a la oscuridad, los que me impulsan a ser mejor persona.

Nadie como Rabindranath Tagore para contar tanto con tan pocas letras:

“El arco dice bajito a la flecha, al despedirla: tu libertad es mía”.

Aprendo a confrontar conmigo misma cuando Khalil Gibrán me cuenta que “los hijos no son nuestros hijos”.

O reflexiono sobre la vida con Nasrudín cuando se cuela en algún cuento sufí.

Los cuentos no pasan de moda. Siguen siendo un buen vehículo de transmisión y una magnífica herramienta pedagógica que todo educador/a utiliza para fomentar la creatividad del niño y favorecer su desarrollo social. No solo en la Educación Formal, también en la Educación Social; para muestra valga mi “botón”.

Como dijo Saramago:

“¿Y si las historias para niños fueran de lectura obligatoria para los adultos? ¿Seríamos realmente capaces de aprender lo que desde hace tanto tiempo venimos enseñando?

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